Cuentos de guerra es una forma rápida de conocer pasajes bélicos desde los tiempos homéricos hasta nuestros días. La sangre y el hierro forman parte de nuestras vidas, no hay paz sin guerra...

Cuentos de guerra es un recuerdo para todas esas personas, celebres o anónimas, que se dejaron su sueños en los campos de batalla...

Todos los nombres que aparecen en estos relatos son reales. Tanto de personas, ciudades o la orografía de la naturaleza (ríos, montañas, estepas...).

Todos los textos que aparecen en este blog son originales del autor, firmados bajo el seudónimo de Urban

lunes, 22 de julio de 2013

Wasichus (1ª parte) - CUENTOS DE GUERRA - Batalla Little Big Horn


Ahí estaba yo tan tranquilo, tocando muy  armónica, bajo la sombra de los arboles. El sol apretaba con ganas ese 25 de junio. Puede que mi puesta en escena no fuese todo lo castrense que se debía esperar de un soldado del 7º de caballería, pero esos ratos de distracción me hacían recordar que todavía era un hombre.
Los vi entrar a los dos, al general Terry y al también general Custer, en la tienda de mando. Custer sonría entre dientes. La verdad que él y yo nunca tuvimos trato. Más allá del profesional.

Una hora después de esa reunión seiscientos cincuenta hombres del 7º formábamos prestos a escuchar las instrucciones de Custer. Fue un discurso rápido, encendido y pasional, muy de su estilo. Como quiera que fuese el mandaba y nosotros obedecíamos.
Las ordenes eran claras y precisas, o eso pensábamos nosotros, reconocer el terreno hacia el río Little Big Hom, eramos la unidad más rápida del ejercito, y asegurar nuestra posición. De esta manera aislábamos la huida por el sur de los indios una vez iniciada la batalla. Era sencillo, llegar y esperar al grueso del ejercito.

Mi compañía, la B, la dirigía con sabiduría el capitán Thomas McDougall.
Todos sabíamos de sobra las fuerzas del enemigo. Que no eran pocas precisamente. Por eso las ordenes eran claras: llegar y esperar. Poco más podíamos hacer doce compañías en campo abierto.

Pasadas unas horas desde nuestra partida los exploradores estaban de regreso. Algo malo me rondo por la cabeza.
Los exploradores habían divisado un campamento indio y a nuestro general, el vanidoso Custer, sediento de gloria solo se le ocurrió la idea de atacar. Sin escuchar el consejo del mayor Marcus Reno y otros oficiales.
Nos dividimos en tres columnas, unos pocos hombres se quedaron en la reserva, y nos lanzamos al ataque. Escupí un escupitajo al suelo cuando vi semejante locura. Custer nos mandaba al matadero. A mí capitán, Thomas, se le cerraban los ojos. Él tampoco entendía nada. Y la orden del alto mando era sencilla de ejecutar, llegar y esperar...
Custer se alejo con cinco compañías (C,E,F,I y L) por el sector norte, siguiendo el cauce del río. Muchos susurros se escaparon de aquellos gaznates. Era el miedo.
Tras Custer, cabalgo el capitán Frederick Bentee al mando de las compañías D,H y K. Un total de ciento veinte soldados. Nuestra compañía recibió la orden de estar en la retaguardia, seguíamos bajo la tutela de McDougall. Me pillo de sorpresa, pero no me ande con remilgos, ni nadie de la compañía, y ocupamos nuestra posición de espera.

Según pude saber después, Bentte cabalgo junto sus hombres un buen tramo por terreno escarpado y no encontró nada de movimiento. Por lo que decidió dar media vuelta y salir al encuentro de Custer.
Mientras nosotros seguíamos en la zaga, la tercera columna ya había partido dirección sur. Marcus Reno estaba al mando de las compañías restantes, la A, G y M. Ciento setenta y cinco hombres. Ellos fueron los que atacaron el campamento indio. Los guerreros indios, entre ellos lakotas, cheyennes o arapahoes, se lanzaron sobre nuestras tropas al grito de "Hoka Hay", en nuestra lengua "es un buen día para morir", guiados por Caballo Loco. Eran más de mil guerreros montados a caballo, en su terreno, y aquellas voces desgarradoras tuvieron que penetrar en las cabezas de mis compañeros como genuinas flechas de fuego...

(continuará)

No hay comentarios:

Publicar un comentario