Cuentos de guerra es una forma rápida de conocer pasajes bélicos desde los tiempos homéricos hasta nuestros días. La sangre y el hierro forman parte de nuestras vidas, no hay paz sin guerra...

Cuentos de guerra es un recuerdo para todas esas personas, celebres o anónimas, que se dejaron su sueños en los campos de batalla...

Todos los nombres que aparecen en estos relatos son reales. Tanto de personas, ciudades o la orografía de la naturaleza (ríos, montañas, estepas...).

Todos los textos que aparecen en este blog son originales del autor, firmados bajo el seudónimo de Urban

viernes, 26 de julio de 2013

Wasichus (2ª parte) - CUENTOS DE GUERRA - Batalla Little Big Horn


Sin importarle para nada el orgullo, ya era situación de vivir o morir, Reno ordeno el repliegue de sus compañías. Cabalgaron a galope, llevando hasta el limite a sus monturas, y se protegieron en un bosque que lindaba con el río. Bastantes hombre se quedaron en el camino abatidos por las tribus indias. Desde esa posición aguantaron la tormenta de fuego y flechas que llovía sobre ellos...

Custer, con su locura en pleno apogeo, apareció con 200 hombres, cinco compañías, perforando Little Big Horn y atacando la zona norte del campamento indio. Caballo Loco observo la entrada de Custer y ordeno a todos sus hombres dirigirse hacia el campamento. Aferrado a una fuerte disciplina, y a la fortuna, Reno pudo escapar con algunos de sus hombres.

Toro Sentado tenia planificada la defensa del campamento y fragmento a las mujeres y niños en grupos reducidos ocultándolos por escollos, barrancos y matorrales. Fue una gran decisión.
Ante la avalancha que se le venia encima por la feroz mordedura de la carga de los jinetes de Caballo Loco el general Custer reculo con sus hombres hacia una posición defensiva. Una colina.
No quiero ni pensar el sufrimiento que tuvieron que pasar mis compañeros. Salir de ese cerco era imposible. Los refuerzos no podrían llegar a tiempo. Cientos de caras pasan por mi memoria, rostros destrozados por la guerra, deformados primero por las flechas y después por los cuchillos. No tuvieron ni una pausa, ni un segundo para recuperar el aliento perdido. Uno tras otro, murieron cual tiernos cervatillos. Según contaron la mayoría de las versiones de los indios, cuando la vanguardia suya corono la cima la mayoría de los Wasichus , así nos llaman con desprecio, yacían muertos o mal herido. Los soldados que estaban en posiciones más retiradas fueron hostigados por los sioux hasta su aniquilación total...

El resto del regimiento, el 7º de caballería, nos atrincheramos en lo alto de una colina. Al este del río. El mayor Reno y el capitán Benteen ya estaban de regreso con el resto de sus compañías. Los indios, ya machacados y descuartizados los hombres de Custer, nos atacaron con todo, era como una danza que invitaba a la muerte. Jamás había tenida esa sensación de vació. Estábamos al limite de nuestras fuerzas y nuestra munición era escasa. Al alba nuestra posición ya estaba sitiada por todas partes...
Cuanto todo parecía ya perdido para nosotros una gran nube de polvo amaneció por el horizonte, los refuerzos ya estaban aquí. Los jefes indios optaron por no atacar y se alejaron de la zona dividiéndose en varios grupos.
Después de esta derrota el congreso de los Estados Unidos nos exigió, al Ejercito, dar caza y someter a todas las tribus indias. Aquí comenzaba la batida sobre Caballo Loco, Toro Sentado, Pizi y demás jefes indios. Pero eso será otra historia...


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