Cuentos de guerra es una forma rápida de conocer pasajes bélicos desde los tiempos homéricos hasta nuestros días. La sangre y el hierro forman parte de nuestras vidas, no hay paz sin guerra...

Cuentos de guerra es un recuerdo para todas esas personas, celebres o anónimas, que se dejaron su sueños en los campos de batalla...

Todos los nombres que aparecen en estos relatos son reales. Tanto de personas, ciudades o la orografía de la naturaleza (ríos, montañas, estepas...).

Todos los textos que aparecen en este blog son originales del autor, firmados bajo el seudónimo de Urban

viernes, 9 de agosto de 2013

Custodia de honor (1ª parte) -CUENTOS DE GUERRA - Batalla de Maratón


Poco, o nada, importa mi nombre. Yo solo cuento, por oídas, lo que ocurrió hace más de cien años en Maratón...
Era una época agitada entre atenienses y persas aquella. El rey de Persia, Darío I, quería tomar por las armas nuestra tierra, Atenas, y para ello movilizo un gigantesco ejercito de 30.000 hombres. Ese periodo paso a denominarse "guerras médicas". Los medos provenían del noroeste del imperio persa, Media.
Empujados por la codicia los persas ansiaba para sí todas las tierras del mundo conocido. Lo que provoco, como es lógico, la ira de las ciudades griegas.
Antes de hablar de la batalla, os pondré en antecedentes.
Hipias fue un tirano que gobernó en Atenas hasta su expulsión tras la intervención de un ejercito espartano. Cobardemente huyo hasta Sardes, en el Asia Menor, protegido por Artafenes, el hermanísimo del Gran Rey.
La sublevación de la frontera occidental del Imperio Persa por parte de las colonias griegas provoco cinco largos años de luchas, hasta que los persas tomaron, de nuevo, el control del territorio. Solo dos ciudades griegas, Atenas y Esparta, no rindieron pleitesía al Gran Rey.
Darío I, sabia que venciendo a Atenas, Esparta quedaría totalmente apartada. Y cayendo Grecia, las puertas de Europa quedaban abiertas, para goce y disfrute, de sus hordas.
Así llegados a este punto, Atenas y Esparta eran los cimientos sobre los que caía la responsabilidad de sobreguarda no ya solo del continente, sino también del conocimiento.
Entretanto el ejercito ateniense marchaba, con una partida de once mil soldados, hacia la cercana Maratón. Dicen las lenguas que era acogedor ver la columna de soldados, con sus yelmos, grebas, sarisas o espadas brillantes. Aún todavía en la ruta hacia maratón, en las noches grises, se oye el llanto de las orgullosas madres atenienses. La comisión de sabios de la poli envío, con urgencia, a su destacado atleta Filípides a rogar la ayuda de Esparta, ciudad distante de Atenas de 1140 estadios. En solo dos días Filípides corrió la mencionada distancia. Atenienses y espartanos no mantenían una buena relación, pero tras cincuenta años de dilemas y sangre vertida contra los persas, nuestro general Milcíades no dudo en que Esparta se uniría para combatir contra el enemigo público de toda Grecia. Más o menos el parlamento que hizo el emisario, Filípides, fue así: "...vuestros hermanos atenienses os imploran que colaboréis y que no toleréis que la ciudad más antigua de Grecia se hunda ante la opresión de los bárbaros...". Esparta accedió a prestar sus brazos, pero siempre después de la celebración de la Carnea, para la que todavía faltaban siete días. Filípides salio de Esparta inmediatamente, satisfecho por la orden cumplida y su corazón embutido por la emoción, y llego al día siguiente a Atenas. Todo una proeza de resistencia y aguante la de Filípides.
Sobre las raíces de Maratón ya pisaban las huellas de los hoplitas atenienses, al oeste de la llanura, dominando la senda que conducía hacia Atenas. Los persas se movían inquietos, mientras los atenienses esperaban tranquilos, y bien posicionados, los refuerzos de Esparta. Las mala lenguas, que de estas las hay en todas partes, afirman que muchos de nuestros generales (y hablo de nuestros, pues mi sangre es ateniense) no querían luchar ante la abrumadora superioridad numérica del adversario. Así pasaron seis largas jornadas, con tensa calma...

(continuará)

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